“Los preparativos para el Festival de Wesak
fueron anticipados aquel año, pues nuestro Hermano J. debía recibir la tercera
Iniciación y el Señor Maitreya así se lo había comunicado a nuestro Maestro. Al
igual que en la Iniciación de algunos miembros del Ashrama, fuimos invitados a
la Ceremonia iniciática. Pero esta vez seleccionó el Maestro muy cuidadosamente
a los miembros que podríamos estar presentes, pues en esta Iniciación el
Hierofante iniciador era el propio Señor del Mundo, la encarnación física del
Logos planetario y la radiación tremendamente ígnea que se desprendía de Su
Aura era excesivamente peligrosa para la seguridad de nuestros cuerpos sutiles,
aunque no tendríamos que situarnos frente a Él y recibir el fuego latente y
recibir el bautismo del Fuego viviente que surge de las entrañas místicas del
Diamante flamígero.
Estaríamos situados -nos tranquilizó el Maestro-
a una prudente distancia del Triángulo iniciático, de manera que no habría
peligro alguno de que nuestros cuerpos mental y astral sufriesen daño, pero nos
recomendó “estar muy atentos” al desarrollo de aquella trascendente experiencia
que tarde o temprano deberíamos realizar nosotros.
Asistiríamos primeramente, como de costumbre, a
la Bendición anual del Señor Buda y seguidamente nos iríamos al “lugar” donde
debería tener efecto la Ceremonia de la Iniciación.
El Maestro nos había aleccionado desde hacía
semanas sobre cómo comportarnos y cómo prepararnos para este máximo
acontecimiento en nuestra vida de discípulos. En primer lugar deberíamos
observar durante unos días una dieta alimenticia específica que Él mismo señaló
para cada uno de nosotros, excepto para el día de la Luna llena de Wesak en que
deberíamos mantenernos en ayunas, a fin de que nuestro cuerpo físico no
ofreciese resistencia alguna al momento de abandonarle.
La fecha de Wesak no la menciono porque mi
interés particular -y con ello sigo interpretando la voluntad del Maestro- es
el Acto en sí y no el tiempo o lugar en que debería producirse. Quizás existan
en la fecha elegida por el Señor Maitreya ciertos aspectos astrológicos
interesantes, pero en aquella ocasión y por razones que desconozco por
completo, el Maestro se había limitado a darnos instrucciones pertinentes a la
Ceremonia mística de la Iniciación y a nuestra preparación individual para
poder asistir a ella. Me limitaré, por lo tanto, a relatar aquella experiencia
tal como yo la percibí y no basándome en lo que al respecto relatan los libros
esotéricos.
El “recinto” donde tendría lugar la Iniciación
estaba asombrosamente iluminado y un cálido y trepidante dinamismo se percibía
por doquier, así como una indescriptible sensación de plenitud. Yo, tratando de
tomar conciencia de todas las peculiaridades inherentes a los preparativos
iniciáticos, sentía claramente la vibración de mis cuerpos sutiles astral y
mental, siéndome posible diferenciar perfectamente una de otra. Habitualmente
siento la vibración particular de mi cuerpo físico. En ciertos momentos del
pasado me acompañó con tanta fuerza que llegó realmente a inquietarme.
Le pregunté un día al Maestro sobre aquello, que
al principio me pareció una “anomalía”, una especie de desacuerdo entre mi
cuerpo denso y el vehículo etérico. El Maestro me tranquilizó diciéndome que lo
que me parecía una anomalía no era sino la respuesta etérica a la potente
vibración que desde hacía tiempo gravitaba sobre mi cuerpo mental.
“Los ‘trabajadores de los cuerpos’ -me dijo-
están tratando de ajustar el potente dinamismo mental con la vibración del
cuerpo etérico y del cerebro físico.
El lento trabajo de equilibrar los cuerpos
produce a veces grandes problemas, pues el proceso de incorporación de las
energías que proceden del cuerpo causal y de la mente abstracta en el vehículo,
es muy lento y molesto y frecuentemente -como ya lo habréis observado- causa la
sensación de que el cerebro físico va a estallar. La eclosión máxima de este
proceso se revela en el momento en que el Iniciado recibe la cuarta Iniciación,
cuando la energía de la Mónada y el poder del Cetro iniciático conteniendo
energía solar se precipitan sobre el cuerpo causal del Iniciado. Ambas
vibraciones son tan potentes que la sustancia mental que compone tal cuerpo se
inflama y se convierte en una llama ardiente que consume y desintegra el cuerpo
causal siendo dispersos sus finísimos elementos moleculares en el espacio… La
precipitación del triple fuego, eléctrico, solar y de Kundalini -potentemente
estimulados-, motiva la destrucción de aquel estuche de luz que alberga al Alma
solar. Si lo analizas atentamente, verás reproducida en esta etapa iniciática,
llena de vívido dramatismo, la precipitación de las energías causales o de la
Mente superior sobre el cuerpo etérico, aunque que dicha vibración si bien no
produce destrucción, determina, sin embargo, muy acusadas molestias.”
Mientras tanto, el “lugar o recinto” se había ido
llenando con todos los miembros de la Jerarquía que debían asistir a aquel
trascendente Acto y de acuerdo con ciertos misterios de carácter universal,
cada grupo de Iniciados fue situándose “geométricamente” en el lugar que
correspondía a su jerarquía espiritual.
Serenamente expectantes, tanto mis compañeros del
Ashrama como yo, estábamos aguardando la llegada de las altas Entidades
espirituales que debían colaborar en el desarrollo de la Ceremonia. Nuestro
corazón -hablo al menos en un sentido particular de lo que sentía en aquellos
momentos- estaba profundamente embargado por una dulce, cálida y al propio
tiempo dinámica emoción, pues todos sabíamos que en aquella Ceremonia
iniciática el Hierofante era el propio Señor del Mundo.
En el lugar adecuado vimos a nuestro Maestro que
acompañaba al Hermano J. Ambos iban revestidos a igual que nosotros y de todos
los asistentes, de sus túnicas blancas y de sus emblemas en oro que
simbolizaban su jerarquía dentro de la Gran Fraternidad. Los del Maestro
revelando su grado de Adepto, los del Hermano J., revelando su condición de
Transfigurado, con los emblemas dorados que corresponde a la tercera
Iniciación, precisamente la Iniciación para la cual se había preparado y cuya
“confirmación” le sería conferida por el Gran REY a través del Cetro
Iniciático. No nos extrañó, sin embargo, observar en la túnica del Hermano J.
unos emblemas dorados que no le correspondían todavía, pues todos sabíamos que
la Iniciación -sea la que sea- sólo se confiere a aquél que ya es prácticamente
un Iniciado, y nuestro Hermano J. había pasado con pleno éxito las pruebas que
corresponden a la tercera Iniciación.
Formando un pequeño grupo aparte, vimos a los
tres grandes Señores, el Manu, el Bodhisattva y el Mahachohan, conversando
entre sí mientras estaban a la espera del momento de la Ceremonia Iniciática.
Algo más allá pudimos observar la presencia de
algunos Chohanes, entre Ellos el Maestro Morya y el Maestro Kut-Humi, Quienes
-según nos había advertido el Maestro- serían los Adeptos que apadrinarían a
nuestro Hermano y deberían ser los receptores de la energía del Diamante
Flamígero antes de penetrar en el cuerpo causal del Candidato a la Iniciación.
El Maestro Serapis se hallaba rodeado de un nutrido grupo de Ángeles y, al
parecer, estaba dándoles algunas instrucciones en relación con la Ceremonia que
ellos asentían reverentemente. Tres potentísimos focos de luz más
resplandecientes que la Luz imperante en el lugar (como ustedes se darán
cuenta, me veo obligado a expresarme en unos términos que no son una fidedigna
representación de lo que se percibe en ciertas dimensiones superiores del
Espacio) estaban moviéndose rítmicamente en cierto punto definido preparando la
venida del Señor del Mundo. Colegí intuitivamente que se trataba de los Señores
de la Llama, de los tres Budas que secundaban el trabajo creador de Sanat
Kumara y constituían los tres aspectos de Su naturaleza divina, Atma, Budhi y
Manas, cuya percepción directa no correspondía todavía a mi evolución
espiritual.
Aunque al igual que mis compañeros del Ashrama
procuraba estar muy atento y expectante, sabía conscientemente que una gran
parte de los detalles inherentes a la Ceremonia de la Iniciación que iba a
celebrarse pasarían completamente inadvertidos a mi visión, pero sabía también
que la riqueza de experiencia de aquel tremendo y decisivo contacto iba a serme
profundamente útil en el desarrollo espiritual dentro de la gran corriente
iniciática.
En un momento determinado, y como obedeciendo a
un mágico conjuro, los grupos de Iniciados formaron varios semicírculos
alrededor de la zona de luz ocupada por los Señores de la Llama. Cada grupo se
situó en el emplazamiento geométrico correspondiente a su jerarquía espiritual
dentro de la Gran Fraternidad y se produjo poco después una tremenda, dinámica
e indescriptible Paz. El silencio que yo lograba introducir en mis vehículos
sutiles era muy superior al que había experimentado hasta aquellos momentos. La
reunión conjunta de los Maestros de todos los Ashramas y de sus respectivos
grupos de Iniciados, la Presencia de los Grandes Señores de los Departamentos
de la Política, de las Religiones y de la Civilización, de los Chohanes de
Rayo, de los Señores de la Llama y de las esplendentes huestes de Ángeles
superiores, creaban una atmósfera de potentísima expectación y sereno dinamismo
que en ciertos momentos creí que no sería capaz de resistir.
En un momento determinado, nuestro Maestro se
adelantó del grupo que formaba con otros Maestros y vino a buscar al Hermano
J., que se hallaba en nuestro grupo, y lo presentó al BODHISATTVA. Éste acogió
al candidato con una amable y bondadosa sonrisa y, a su vez, lo presentó a los
Maestros Morya y Kut-Humi, Quienes lo situaron entre ambos, estrechándole las
manos y dándole confianza. Todo estaba dispuesto ya para la celebración de la
Ceremonia. Los tres Grandes SEÑORES DE LA LLAMA constituyeron entonces un
Triángulo equilátero, “orientaron Su Faz hacia Oriente e invocaron al GRAN
SEÑOR”, al HIEROFANTE PRESENTE EN TODAS LAS INICIACIONES. Se produjo en
aquellos momentos un grado de expectación eternamente indescriptible. Una
“música celestial” modulada por los Ángeles recorrió todo el recinto rasgando a
extremos indecibles los éteres del ambiente. Una LUZ superior a todas las luces
se adueñó entonces del espacio donde se hallaba reunida la Gran Fraternidad y
esta LUZ, la LUZ de SANAT KUMARA, se proyectó como un foco de energía en el
Triángulo formado por los SEÑORES DE LA LLAMA ocupando el centro del mismo.
Desde allí y ocupando el vértice superior del Triángulo constituido por ÉL y
los Maestros Morya y Kut-Humi, invitó a nuestro Hermano J. a situarse ante Su
poderosa Presencia. En aquellos momentos empezó lo que en términos esotéricos
llamamos Ceremonia Iniciática…
Una gran red de energía espiritual trascendente
impedía la percepción de lo que ocurría en el Centro místico de los dos
Triángulos entrelazados formados por los tres SEÑORES DE LA LLAMA y por los
Chohanes M. y KH. y el propio SEÑOR DEL MUNDO, que en tal disposición ocupaba
el Centro de ambos Triángulos.
Sólo me era posible percibir formas geométricas,
la de los dos Triángulos entrelazados y la Estrella de nueve puntas refulgiendo
extraordinariamente en el centro de tales Triángulos que es el Emblema de las
nueve Iniciaciones recibidas por SANAT KUMARA en el Esquema de Venus.
En un momento determinado, una Luz intensísima de
color azul índigo, expresión dinámica de las energías de segundo Rayo de
Amor-Sabiduría omnipotente en nuestro Sistema Solar, fue perceptible a mi
visión y durante cierto tiempo quedé como cegado, sin percibir otra cosa que su
luminoso dinamismo. Comprendí de inmediato que se trataba de la radiación
mística del Cetro de Poder, o Diamante Flamígero que empuñaba el SEÑOR DEL
MUNDO, la maravillosa aportación del Esquema venusiano a nuestro Esquema
terrestre, que en aquellos momentos era aplicado al cuerpo causal de nuestro
Hermano J., dotándole del poder inherente a aquella Iniciación que estaba
siéndole conferida…
Ya, al final de la Ceremonia, vi perfectamente
que el SEÑOR DEL MUNDO estaba abrazando a nuestro Hermano J., y que instantes
después formando un grupo con los SEÑORES DE LA LLAMA fueron disipándose,
fundiéndose con el Espacio. Quedaron allí los demás Maestros, los Chohanes de
Rayo y los Guías de Departamentos, el MANU, el Señor MAITREYA y el MAHACHOHAN,
que se acercaron al Hermano J. felicitándole por la Iniciación que acababa de
serle conferida, bendiciéndole con todo amor e incitándole a proseguir sus
trabajos y actos de Servicio en bien de la Gran Fraternidad y del mundo entero.
El ingente grupo fue desvaneciéndose poco a poco
y cuando ya sólo quedaban unos miembros dispersos, vino a nosotros nuestro
Maestro trayendo consigo al Hermano J.; Su faz resplandecía, su aura brillaba
intensamente y a todos nos abrazó con todo el afecto que emanaba de su
maravilloso corazón. Todos sabíamos entonces que en virtud de la Iniciación que
le había sido otorgada y de los conocimientos ocultos y secretos mágicos que le
habían sido revelados, nuestro Ashrama había sido potentemente estimulado y que
el Hermano J. sería desde entonces, al igual que lo fue siempre nuestro Hermano
R., un nuevo bienvenido Instructor en nuestra particular Aula del Conocimiento.
La experiencia iniciática a la cual hago
referencia tuvo lugar hace ya algunos años, pero las incidencias de la misma y
los detalles de la Ceremonia, fueron fuego viviente que desde entonces se halla
encendido como una mágica Antorcha ígnea en lo profundo de mi corazón…
SIENTO UNA FELICICDAD INVADIDA DE PAZ! HACE MÀS DE 30 AÑOS QUE NO REMEMORABA EL WESAK! DESDE MIS ACTOS NO SOY DIGNO PERO DESDE MI CORAZÒN SI ...GRACIAS!!!
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