Meditación de Transmisión
– su papel en el desarrollo del discípulo –
por Benjamin Creme
Un discípulo es
alguien que está tomando parte conscientemente en el viaje evolutivo. No hace
falta decir que toda la humanidad está evolucionando, ha evolucionado, desde el
primitivo hombre-animal, hasta el punto en que nos encontramos hoy en día.
Durante incontables eones, ese proceso tiene lugar más o menos
inconscientemente; el alma individual se encarna una y otra vez, arrastrada a
la evolución por el imán de la evolución misma. El discípulo, por otra parte,
adopta un papel muy consciente en este proceso, dirigiéndose hacia una meta
específica.
El discípulo es
alguien que sabe que existe una meta, y que busca adelantar su evolución de un
modo muy consciente. La meta que ve es, por supuesto, la perfección – liberarse
totalmente de la necesidad de encarnar en este planeta. El discípulo se somete,
voluntaria y conscientemente, a las disciplinas necesarias – eso es lo que es
ser un discípulo – para llegar finalmente a esa meta.
Hasta ahora, en
conjunto, he subrayado el aspecto de servicio de la Meditación de Transmisión.
Por el simple acto de sentarse en un grupo de Transmisión y permitir que los
Maestros de la Jerarquía trasmitan Sus energías a través de los chakras
del grupo, se lleva ya a cabo un servicio de inmenso valor.
Pero la
Meditación de Transmisión tiene otros aspectos además del servicio. No es
posible que estas fuerzas espirituales sean transmitidas a través de los
chakras de los individuos del grupo, sin que éstos se vean transformados por
ellas. A medida que las energías pasan a través de los chakras, estimulan y
elevan la actividad de diversos chakras, habitualmente el del corazón, el de la
garganta, y los de la cabeza. Debido a esto, además de ser un servicio hacia el
mundo, de una importancia y un valor tremendos, la Meditación de Transmisión
probablemente sea, al mismo tiempo, el método más potente de crecimiento
personal que pueda estar a disposición de un individuo cualquiera hoy en día.
Laya Yoga
El Maestro
Tibetano, Djwhal Khul, Quien dio al mundo las enseñanzas de Alice Bailey,
escribió acerca de una forma especializada de laya yoga (el yoga de las
energías) que, según dijo, emergería en esta venidera era de Acuario.
La Meditación de
Transmisión es esa forma especializada de Laya Yoga. Es realmente una
combinación de dos yogas: 'laya', el yoga de las energías; y 'karma', el yoga
del servicio. Reúne en sí misma los dos métodos de avance evolutivo más
poderosos que se conocen.
Es una meditación
grupal, y para su realización requiere la formación de grupos. Únicamente
ahora, en los inicios de la nueva era de Acuario, ha sido posible introducirla
en el mundo, pues sólo ahora están los discípulos comenzando a trabajar en la
formación de grupos.
Todas las formas
de meditación que se desarrollaron en los últimos 2.000 años, en la era de
Piscis, y por tanto bajo la influencia de la energía pisciana, han sido
meditaciones individuales. Han sido diseñadas para poner en contacto al hombre
o a la mujer con su alma, lo que conduce finalmente a la unificación con ésta.
Cuando, a través de la meditación, se hace contacto con el alma, ésta puede
estimular y, con el tiempo, controlar su vehículo (el hombre o la mujer que se
encuentran encarnados). A través de la meditación, se construye entre la
personalidad y el alma un canal llamado 'antahkarana'. Simultáneamente, el alma
misma está construyendo ese mismo canal en sentido descendente, en dirección a
su reflejo, la personalidad. Este proceso comienza justo antes de la primera
iniciación.
Existen cinco
grandes puntos de crisis que marcan el proceso evolutivo. Son las cinco
iniciaciones que conducen al Magisterio o Liberación. Habiéndolas recibido, ya
no se necesita encarnar en este planeta. Estas cinco grandes expansiones de
conciencia, pues eso es la iniciación, cubren apenas las últimas vidas del
viaje evolutivo desde el hombre-animal hasta el Maestro totalmente liberado.
Llevar a una
persona hasta el punto en que puede recibir la primera iniciación requiere
literalmente cientos de miles de experiencias encarnatorias. Según ve el alma
que su vehículo se acerca a ese punto, a falta aún tal vez de cuatro o cinco
encarnaciones para la primera iniciación, pone en contacto a su vehículo, el
hombre o la mujer en encarnación, con alguna forma de meditación.
En esa primera
instancia, el contacto podría ser realmente débil: la persona oye hablar de la
meditación, lo intenta un poquito, quizá emplee una pequeña parte de su tiempo
haciéndola. Finalmente, llega una vida en la que la persona pasa una parte
considerable de su tiempo dedicada a la práctica de algún tipo de meditación.
No es la personalidad la que busca meditar; es forzada a este proceso por el
impulso del alma misma. En este sentido, el alma es el primer Maestro.
Una gran expansión
de conciencia
Cuando, tras
varias vidas en que se ha abordado más seriamente la meditación, la persona
está preparada para pasar la primera iniciación, el Maestro interviene y guía,
prueba y prepara a la persona para esta primera gran expansión de conciencia.
En encarnación
(desde luego, hay muchos que no están en encarnación, y que también han pasado
por esta experiencia), hay más o menos 800.000 personas que han pasado ya la
primera iniciación. De un total de cinco mil millones de personas; no son
muchos. Que hayan recibido la segunda iniciación hay únicamente unos 240.000 en
encarnación; de la tercera, sólo entre 2.000 y 3.000. De los que han tomado la
cuarta iniciación, hay actualmente en el mundo sólo unos 450. Las cifras son
ciertamente pequeñas. Lo interesante es que el proceso se está acelerando
extraordinariamente. Hoy día, varios millones de personas se hallan en el
umbral de la primera iniciación. Es por esto que la Jerarquía, por vez primera
en innumerables miles de años, está retornando al mundo cotidiano – los
discípulos les están atrayendo magnéticamente al mundo.
El discípulo en
probación es vigilado y probado por el Maestro, en la periferia del Ashram
del Maestro. Cuando ha pasado sus pruebas y está listo, entra en la Jerarquía a
través de los portales de la iniciación, y se convierte en discípulo. Es el
comienzo de un viaje del que no hay retomo, es la quema de las naves que quedan
detrás del discípulo. Puede tardar muchas vidas, estancarse, pero realmente ya
no podrá dar la espalda a la marea de la evolución.
Entonces comienza
un período en el que se libra una gran batalla entre su alma y su personalidad.
El hombre o la mujer que se encuentran en el plano físico se convierten en el
escenario de una batalla por la posesión, disputada entre la vida del deseo de
la personalidad y la vida espiritual del alma. Finalmente, aunque pueda llevar
tiempo, el alma (debido a su mayor fuerza) vence.
La batalla se
desencadena durante muchas vidas. Hay una media de seis o siete vidas entre la
primera y la segunda iniciación. Es una lucha dura, y a menudo dolorosa al
comienzo.
El discípulo
descubre que está siendo estimulado en todos los frentes – mental, emocional y
físicamente. Sus tres cuerpos son estimulados como nunca antes lo habían sido.
La batalla ha de combatirse simultáneamente en todos estos frentes. Cuando cree
estar viéndoselas con el 'enemigo' que ataca sus fronteras físicas, se ve
invadido en el frente emocional. Reúne todas las fuerzas de que puede disponer
en su personalidad para hacer retroceder al 'enemigo', y ve que en el plano
mental y en el plano físico una vez más, hay fuerzas que le atacan por la
retaguardia. Finalmente, de pura extenuación por la batalla, se rinde, acepta
por fin los dictados de su alma.
Se convierte en
un discípulo aceptado (aceptante), que trabaja más cerca del centro del Ashram
de un Maestro. Entonces descubre que no está sólo, que nunca lo ha estado, como
pensaba, sino que realmente forma parte de un grupo, cuyos miembros nunca
encontró en el plano físico. Trabaja bajo la supervisión, no inmediatamente de
un Maestro, sino de un discípulo de uno de los Maestros. Ve que la batalla se
libra cada vez más fieramente hasta llegar a un punto, situado aproximadamente
a medio camino entre la primera y la segunda iniciación.
Un pequeño
destello de luz
Repentinamente,
ve un pequeño vislumbre de luz al final de un largo túnel. Ve que su cuerpo
físico obedece a su voluntad, y que el cuerpo más ingobernable de todos, su
cuerpo astral, comienza a ser controlado. Encuentra esto muy alentador.
Contempla el camino que le queda por delante: es todavía una lucha, pero puede
ver que, si persiste, hay esperanzas.
Entonces descubre
que se le ha puesto en contacto con otras personas en algún tipo de trabajo
grupal. Halla que estas otras personas tienen las mismas experiencias, las
mismas dificultades, y comprende que esto es parte de la superación de su
ignorancia, espejismo e ilusión, para ver al mundo y a sí mismo tal y como
realmente son.
La meditación ha
sido dada al mundo para llevar a cabo todo esto. Es el proceso catalítico que
permite al alma crear esta situación con relación a su reflejo. 'Controla' su
vehículo, mental, astral y físicamente, cada vez más, convirtiéndolo en un
reflejo más puro de sí misma. Su objetivo es convertir su vehículo en un
reflejo perfecto de sí misma. Esto lo hace estimulando el nivel vibratorio de
cada uno de los cuerpos, físico, astral y mental, hasta que los tres vibran más
o menos a la misma frecuencia.
El alma no tiene
prisa. Tiene eones de tiempo, porque ni siquiera piensa en términos de tiempo.
Es sólo la personalidad la que tiene la sensación de que esto dura una
eternidad. Nos parece que nunca nos liberaremos de estos controles – físico,
astral y mental – que nos impiden expresamos como el Alma, como el ser
espiritual que sabemos que somos, cuya inteligencia, amor y voluntad
espirituales son manifiestos y radiantes. Cuando ese punto es finalmente
alcanzado, puede recibirse la tercera gran expansión de conciencia.
Esta es una línea
divisoria en el proceso evolutivo. Desde el punto de vista de los Maestros,
ésta es la primera iniciación. A las dos primeras las contemplan como
preparatorias para esta primera y verdadera iniciación del alma, en la que el
hombre o la mujer devienen verdaderamente fusionados con el alma (y por tanto
verdaderamente divinos) por vez primera. Hasta entonces, la divinidad está ahí,
pero sólo en potencia.
Dos factores
Hay dos factores
que producen esto: uno es la meditación, sea de uno u otro tipo, que pone al
hombre o a la mujer en contacto con el alma; el otro es el servicio, una forma
de servicio altruista.
¿Por qué el
servicio? ¿Qué tiene de importante el servicio? Quizá sea más fácil ver el
valor del aspecto científico de la meditación, pero ¿por qué el servicio? El
servicio es el impulso del alma. El alma sólo conoce el servicio; es su
naturaleza. El alma se encarna para servir el Plan de evolución del Logos, el
Hombre Celestial que enalma el planeta. Tan pronto como el hombre o la
mujer entran en contacto con el alma, esa persona, espontáneamente, quiere
servir de una forma u otra. La persona podría o no hacer realmente el servicio,
pero el alma la impelerá hacia el servicio. Si, bajo el impulso del alma, la
persona sirve, todo va bien; el propósito del alma está siendo llevado a cabo,
las energías del alma están siendo usadas correctamente. Si, a través de la
meditación, la persona recibe el estímulo del alma pero no lo usa en forma de
servicio, la energía del alma 'anda mal' en él o en ella, y produce estrés,
estasis. La persona se vuelve enferma o neurótica. Las enfermedades y
malestares del mundo, en particular los de los discípulos, son en gran medida
un resultado del uso erróneo, o del no uso, de la energía del alma. Pueden ver,
por consiguiente, lo importante que es utilizar mediante el servicio la energía
contactada en respuesta al estímulo proveniente del alma que se produce con la
meditación.
La Meditación de
Transmisión aporta ambos requisitos. El servicio, el acto de sentarse en un
grupo de Transmisión y que las energías se transmitan a través vuestro, permite
a los Maestros vigilar vuestra meditación. No es posible hacer Meditación de
Transmisión sin llevar a cabo un acto de servicio; es su naturaleza. No es
posible servir de esta manera sin al mismo tiempo avanzar por el sendero
evolutivo, pues la Meditación de Transmisión reúne los dos yogas, el yoga del
servicio (karma yoga), y el yoga de las energías (laya yoga). La belleza de la
Meditación de Transmisión reside en que el aspecto laya es realizado para
vosotros por los Maestros. El aspecto karma, el aspecto del servicio, es simple
y mínimo, en términos del tiempo y de la energía implicados, de modo que hasta
la persona más perezosa del mundo puede sin embargo actuar de una manera
poderosa, y beneficiar al mundo.
Considerando su
aspecto laya, hasta el individuo más perezoso del mundo puede realizar un gran
avance en el sendero evolutivo, porque los Maestros hacen todo el trabajo.
Ellos son Maestros científicos, y están transmitiendo cada segundo de cada
minuto del día, transformando energías de uno u otro origen extraplanetario, y
protegiendo a la humanidad de las que pudieran ser dañinas.
¿Pueden
imaginarse tener a científicos tan avanzados vigilando realmente su propia
meditación? Y sin embargo, aquél que toma parte en un grupo de Transmisión
entra en un campo de servicio tan sencillo que un niño de 12 años lo puede
hacer. Y sin embargo, es tan científico, que se vuelve posible el más increíble
avance en el sendero evolutivo. Es literalmente un don de los Dioses, y ha sido
dado al mundo en esta época porque sólo ahora se están formando grupos de
discípulos capaces de manejar estas energías, y de trabajar conscientemente en
formación grupal.
La Meditación de
Transmisión, por tanto, reúne estos dos potentísimos impulsos del proceso
evolutivo; laya, el yoga de las energías, y karma, el yoga del servicio. Estos
impelen rápidamente a los involucrados por la última fase de la evolución, el
sendero de la iniciación. El propósito subyacente a la Meditación de
Transmisión es hacer posible que los grupos involucrados pasen rápidamente por
el sendero de iniciación.
Benjamin Creme, Holanda, 1987
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