miércoles, 17 de octubre de 2012

MEDITACION DE TRANSMISION












Meditación de Transmisión

– su papel en el desarrollo del discípulo –

por Benjamin Creme

Un discípulo es alguien que está tomando parte conscientemente en el viaje evolutivo. No hace falta decir que toda la humanidad está evolucionando, ha evolucionado, desde el primitivo hombre-animal, hasta el punto en que nos encontramos hoy en día. Durante incontables eones, ese proceso tiene lugar más o menos inconscientemente; el alma individual se encarna una y otra vez, arrastrada a la evolución por el imán de la evolución misma. El discípulo, por otra parte, adopta un papel muy consciente en este proceso, dirigiéndose hacia una meta específica.

El discípulo es alguien que sabe que existe una meta, y que busca adelantar su evolución de un modo muy consciente. La meta que ve es, por supuesto, la perfección – liberarse totalmente de la necesidad de encarnar en este planeta. El discípulo se somete, voluntaria y conscientemente, a las disciplinas necesarias – eso es lo que es ser un discípulo – para llegar finalmente a esa meta.

Hasta ahora, en conjunto, he subrayado el aspecto de servicio de la Meditación de Transmisión. Por el simple acto de sentarse en un grupo de Transmisión y permitir que los Maestros de la Jerarquía trasmitan Sus energías a través de los chakras del grupo, se lleva ya a cabo un servicio de inmenso valor.

Pero la Meditación de Transmisión tiene otros aspectos además del servicio. No es posible que estas fuerzas espirituales sean transmitidas a través de los chakras de los individuos del grupo, sin que éstos se vean transformados por ellas. A medida que las energías pasan a través de los chakras, estimulan y elevan la actividad de diversos chakras, habitualmente el del corazón, el de la garganta, y los de la cabeza. Debido a esto, además de ser un servicio hacia el mundo, de una importancia y un valor tremendos, la Meditación de Transmisión probablemente sea, al mismo tiempo, el método más potente de crecimiento personal que pueda estar a disposición de un individuo cualquiera hoy en día.

Laya Yoga

El Maestro Tibetano, Djwhal Khul, Quien dio al mundo las enseñanzas de Alice Bailey, escribió acerca de una forma especializada de laya yoga (el yoga de las energías) que, según dijo, emergería en esta venidera era de Acuario.

La Meditación de Transmisión es esa forma especializada de Laya Yoga. Es realmente una combinación de dos yogas: 'laya', el yoga de las energías; y 'karma', el yoga del servicio. Reúne en sí misma los dos métodos de avance evolutivo más poderosos que se conocen.

Es una meditación grupal, y para su realización requiere la formación de grupos. Únicamente ahora, en los inicios de la nueva era de Acuario, ha sido posible introducirla en el mundo, pues sólo ahora están los discípulos comenzando a trabajar en la formación de grupos.

Todas las formas de meditación que se desarrollaron en los últimos 2.000 años, en la era de Piscis, y por tanto bajo la influencia de la energía pisciana, han sido meditaciones individuales. Han sido diseñadas para poner en contacto al hombre o a la mujer con su alma, lo que conduce finalmente a la unificación con ésta. Cuando, a través de la meditación, se hace contacto con el alma, ésta puede estimular y, con el tiempo, controlar su vehículo (el hombre o la mujer que se encuentran encarnados). A través de la meditación, se construye entre la personalidad y el alma un canal llamado 'antahkarana'. Simultáneamente, el alma misma está construyendo ese mismo canal en sentido descendente, en dirección a su reflejo, la personalidad. Este proceso comienza justo antes de la primera iniciación.

Existen cinco grandes puntos de crisis que marcan el proceso evolutivo. Son las cinco iniciaciones que conducen al Magisterio o Liberación. Habiéndolas recibido, ya no se necesita encarnar en este planeta. Estas cinco grandes expansiones de conciencia, pues eso es la iniciación, cubren apenas las últimas vidas del viaje evolutivo desde el hombre-animal hasta el Maestro totalmente liberado.

Llevar a una persona hasta el punto en que puede recibir la primera iniciación requiere literalmente cientos de miles de experiencias encarnatorias. Según ve el alma que su vehículo se acerca a ese punto, a falta aún tal vez de cuatro o cinco encarnaciones para la primera iniciación, pone en contacto a su vehículo, el hombre o la mujer en encarnación, con alguna forma de meditación.

En esa primera instancia, el contacto podría ser realmente débil: la persona oye hablar de la meditación, lo intenta un poquito, quizá emplee una pequeña parte de su tiempo haciéndola. Finalmente, llega una vida en la que la persona pasa una parte considerable de su tiempo dedicada a la práctica de algún tipo de meditación. No es la personalidad la que busca meditar; es forzada a este proceso por el impulso del alma misma. En este sentido, el alma es el primer Maestro.

Una gran expansión de conciencia

Cuando, tras varias vidas en que se ha abordado más seriamente la meditación, la persona está preparada para pasar la primera iniciación, el Maestro interviene y guía, prueba y prepara a la persona para esta primera gran expansión de conciencia.

En encarnación (desde luego, hay muchos que no están en encarnación, y que también han pasado por esta experiencia), hay más o menos 800.000 personas que han pasado ya la primera iniciación. De un total de cinco mil millones de personas; no son muchos. Que hayan recibido la segunda iniciación hay únicamente unos 240.000 en encarnación; de la tercera, sólo entre 2.000 y 3.000. De los que han tomado la cuarta iniciación, hay actualmente en el mundo sólo unos 450. Las cifras son ciertamente pequeñas. Lo interesante es que el proceso se está acelerando extraordinariamente. Hoy día, varios millones de personas se hallan en el umbral de la primera iniciación. Es por esto que la Jerarquía, por vez primera en innumerables miles de años, está retornando al mundo cotidiano – los discípulos les están atrayendo magnéticamente al mundo.

El discípulo en probación es vigilado y probado por el Maestro, en la periferia del Ashram del Maestro. Cuando ha pasado sus pruebas y está listo, entra en la Jerarquía a través de los portales de la iniciación, y se convierte en discípulo. Es el comienzo de un viaje del que no hay retomo, es la quema de las naves que quedan detrás del discípulo. Puede tardar muchas vidas, estancarse, pero realmente ya no podrá dar la espalda a la marea de la evolución.

Entonces comienza un período en el que se libra una gran batalla entre su alma y su personalidad. El hombre o la mujer que se encuentran en el plano físico se convierten en el escenario de una batalla por la posesión, disputada entre la vida del deseo de la personalidad y la vida espiritual del alma. Finalmente, aunque pueda llevar tiempo, el alma (debido a su mayor fuerza) vence.

La batalla se desencadena durante muchas vidas. Hay una media de seis o siete vidas entre la primera y la segunda iniciación. Es una lucha dura, y a menudo dolorosa al comienzo.

El discípulo descubre que está siendo estimulado en todos los frentes – mental, emocional y físicamente. Sus tres cuerpos son estimulados como nunca antes lo habían sido. La batalla ha de combatirse simultáneamente en todos estos frentes. Cuando cree estar viéndoselas con el 'enemigo' que ataca sus fronteras físicas, se ve invadido en el frente emocional. Reúne todas las fuerzas de que puede disponer en su personalidad para hacer retroceder al 'enemigo', y ve que en el plano mental y en el plano físico una vez más, hay fuerzas que le atacan por la retaguardia. Finalmente, de pura extenuación por la batalla, se rinde, acepta por fin los dictados de su alma.

Se convierte en un discípulo aceptado (aceptante), que trabaja más cerca del centro del Ashram de un Maestro. Entonces descubre que no está sólo, que nunca lo ha estado, como pensaba, sino que realmente forma parte de un grupo, cuyos miembros nunca encontró en el plano físico. Trabaja bajo la supervisión, no inmediatamente de un Maestro, sino de un discípulo de uno de los Maestros. Ve que la batalla se libra cada vez más fieramente hasta llegar a un punto, situado aproximadamente a medio camino entre la primera y la segunda iniciación.

Un pequeño destello de luz

Repentinamente, ve un pequeño vislumbre de luz al final de un largo túnel. Ve que su cuerpo físico obedece a su voluntad, y que el cuerpo más ingobernable de todos, su cuerpo astral, comienza a ser controlado. Encuentra esto muy alentador. Contempla el camino que le queda por delante: es todavía una lucha, pero puede ver que, si persiste, hay esperanzas.

Entonces descubre que se le ha puesto en contacto con otras personas en algún tipo de trabajo grupal. Halla que estas otras personas tienen las mismas experiencias, las mismas dificultades, y comprende que esto es parte de la superación de su ignorancia, espejismo e ilusión, para ver al mundo y a sí mismo tal y como realmente son.

La meditación ha sido dada al mundo para llevar a cabo todo esto. Es el proceso catalítico que permite al alma crear esta situación con relación a su reflejo. 'Controla' su vehículo, mental, astral y físicamente, cada vez más, convirtiéndolo en un reflejo más puro de sí misma. Su objetivo es convertir su vehículo en un reflejo perfecto de sí misma. Esto lo hace estimulando el nivel vibratorio de cada uno de los cuerpos, físico, astral y mental, hasta que los tres vibran más o menos a la misma frecuencia.

El alma no tiene prisa. Tiene eones de tiempo, porque ni siquiera piensa en términos de tiempo. Es sólo la personalidad la que tiene la sensación de que esto dura una eternidad. Nos parece que nunca nos liberaremos de estos controles – físico, astral y mental – que nos impiden expresamos como el Alma, como el ser espiritual que sabemos que somos, cuya inteligencia, amor y voluntad espirituales son manifiestos y radiantes. Cuando ese punto es finalmente alcanzado, puede recibirse la tercera gran expansión de conciencia.

Esta es una línea divisoria en el proceso evolutivo. Desde el punto de vista de los Maestros, ésta es la primera iniciación. A las dos primeras las contemplan como preparatorias para esta primera y verdadera iniciación del alma, en la que el hombre o la mujer devienen verdaderamente fusionados con el alma (y por tanto verdaderamente divinos) por vez primera. Hasta entonces, la divinidad está ahí, pero sólo en potencia.

Dos factores

Hay dos factores que producen esto: uno es la meditación, sea de uno u otro tipo, que pone al hombre o a la mujer en contacto con el alma; el otro es el servicio, una forma de servicio altruista.

¿Por qué el servicio? ¿Qué tiene de importante el servicio? Quizá sea más fácil ver el valor del aspecto científico de la meditación, pero ¿por qué el servicio? El servicio es el impulso del alma. El alma sólo conoce el servicio; es su naturaleza. El alma se encarna para servir el Plan de evolución del Logos, el Hombre Celestial que enalma el planeta. Tan pronto como el hombre o la mujer entran en contacto con el alma, esa persona, espontáneamente, quiere servir de una forma u otra. La persona podría o no hacer realmente el servicio, pero el alma la impelerá hacia el servicio. Si, bajo el impulso del alma, la persona sirve, todo va bien; el propósito del alma está siendo llevado a cabo, las energías del alma están siendo usadas correctamente. Si, a través de la meditación, la persona recibe el estímulo del alma pero no lo usa en forma de servicio, la energía del alma 'anda mal' en él o en ella, y produce estrés, estasis. La persona se vuelve enferma o neurótica. Las enfermedades y malestares del mundo, en particular los de los discípulos, son en gran medida un resultado del uso erróneo, o del no uso, de la energía del alma. Pueden ver, por consiguiente, lo importante que es utilizar mediante el servicio la energía contactada en respuesta al estímulo proveniente del alma que se produce con la meditación.

La Meditación de Transmisión aporta ambos requisitos. El servicio, el acto de sentarse en un grupo de Transmisión y que las energías se transmitan a través vuestro, permite a los Maestros vigilar vuestra meditación. No es posible hacer Meditación de Transmisión sin llevar a cabo un acto de servicio; es su naturaleza. No es posible servir de esta manera sin al mismo tiempo avanzar por el sendero evolutivo, pues la Meditación de Transmisión reúne los dos yogas, el yoga del servicio (karma yoga), y el yoga de las energías (laya yoga). La belleza de la Meditación de Transmisión reside en que el aspecto laya es realizado para vosotros por los Maestros. El aspecto karma, el aspecto del servicio, es simple y mínimo, en términos del tiempo y de la energía implicados, de modo que hasta la persona más perezosa del mundo puede sin embargo actuar de una manera poderosa, y beneficiar al mundo.

Considerando su aspecto laya, hasta el individuo más perezoso del mundo puede realizar un gran avance en el sendero evolutivo, porque los Maestros hacen todo el trabajo. Ellos son Maestros científicos, y están transmitiendo cada segundo de cada minuto del día, transformando energías de uno u otro origen extraplanetario, y protegiendo a la humanidad de las que pudieran ser dañinas.

¿Pueden imaginarse tener a científicos tan avanzados vigilando realmente su propia meditación? Y sin embargo, aquél que toma parte en un grupo de Transmisión entra en un campo de servicio tan sencillo que un niño de 12 años lo puede hacer. Y sin embargo, es tan científico, que se vuelve posible el más increíble avance en el sendero evolutivo. Es literalmente un don de los Dioses, y ha sido dado al mundo en esta época porque sólo ahora se están formando grupos de discípulos capaces de manejar estas energías, y de trabajar conscientemente en formación grupal.

La Meditación de Transmisión, por tanto, reúne estos dos potentísimos impulsos del proceso evolutivo; laya, el yoga de las energías, y karma, el yoga del servicio. Estos impelen rápidamente a los involucrados por la última fase de la evolución, el sendero de la iniciación. El propósito subyacente a la Meditación de Transmisión es hacer posible que los grupos involucrados pasen rápidamente por el sendero de iniciación.

Benjamin Creme, Holanda, 1987

(Revista Share International − Julio/Agosto 1989)

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