ZEN Síntesis realizada de las
obras de los siguientes autores:
D.T.
Suzuki
Alan
Watts
Henrich
Doumolin
Taisen
Deshimaru
Paul
Chauchard
Fhilip
Kapleau
¿Qué es el ZEN?
El Zen es un
camino práctico para devenir plenamente consciente y revelar la verdadera
naturaleza del ser. Para saber lo que el Zen es, y especialmente lo que no es,
no hay otra alternativa que practicarlo. En este sentido, los maestros Zen
suelen afirmar:
“Los que saben
no hablan
los que hablan
no saben”
Para muchas
personas, el Zen se ha convertido en un asunto relacionado con lo más profundo
de sus vidas.
¿Existe alguna doctrina o texto institucional sobre
el Zen?
El Zen nunca
fue institucionalizado. En realidad, muchos de sus antiguos exponentes fueron
individualistas universales que no pertenecieron a organización alguna ni
buscaron el reconocimiento de una autoridad formal.
De todas
formas, algo se podrá concretar acerca del ZEN
¿es una religión o una filosofía?
El Zen es una
práctica y una concepción de la vida. No es una religión ni una filosofía. No
es una psicología o cierto tipo de ciencia. Es un ejemplo de lo que se reconoce
como un “camino de liberación”. Por fortuna o por desgracia, el Zen es sobre
todo una experiencia de carácter no verbal, absolutamente inaccesible por
medios literarios o eruditos.
Sin embargo,
supongo que existirán escritos legitimados que transmitan su esencia.
En el Zen, lo
fundamental es la experiencia personal. El Zen insiste en la vivencia interior.
No concede valor alguno a los escritos llamados “sagrados” y a su
interpretación por parte de los eruditos. La esencia de su transmisión ha
venido corriendo a cargo de maestros que una veces habían sido reconocidos por
anteriores maestros y otras no. Se dice que una vez aprendidas las técnicas con
cierta rigurosidad,
brota la
espontaneidad y se abandonan las explicaciones. A todo este conjunto de
conocimientos se lo llama: “Practica”.
¿Tanto valor tiene la espontaneidad?
La acción
espontánea consiste en ser eminentemente humana. ¿Hasta qué punto el Zen valora
y respeta a la propia condición humana? En este sentido, la anécdota siguiente
puede ilustrar la mencionada posición:
“Un monje Zen
lloró al enterarse de la muerte de un pariente próximo. Ante esta acción, un
compañero objetó que tal conducta era impropia de un adepto ya que dejaba al
descubierto la existencia de un gran apego personal. El aludido replicó: “No
seas estúpido. Lloro porque tengo ganas”.
Pero tal espontaneidad ¿no resulta abandono y
descontrol?
En los primeros
tiempos de la educación se pone en juego el control de todos los movimientos y
emociones, se disciplina el apego, la queja y la reacción impulsiva. Es decir,
se construye un ego equilibrado y lógico. Más tarde, en el camino de vuelta, se
vivencia la pureza de la espontaneidad original.
¿Puede poner un ejemplo?
Cuando
aprendemos a conducir, debemos controlar todos los movimientos de manos y pies.
Cualquier paso está calculado y debe ser preciso. Más tarde cuando ya hemos
incorporado la enseñanza, brota la espontaneidad de movimientos que
precisamente convierten la conducción en una acción espontánea que tiende a ser
pura maestría.
Observo que la
acción es lo que prima en el Zen
“Al caminar,
solo camina,
al estar
sentado sólo siéntate, al comer come y, sobre todo, no vaciles”.
La cualidad
esencial de la naturalidad consciente es la sinceridad de la mente indivisa que
no tiembla ante alternativas.
“Cualquier cosa
que tu mano quiera hacer, hazlo con todas tus fuerzas.”
El silencio mencionado, ¿no es acaso algo pasivo que
expresa ausencia o muerte?
El silencio
meditativo no es el silencio del desierto que está desnudo de toda
manifestación de vida, tampoco es el silencio de un cadáver. Se trata de un
silencio de plenitud en el que hallan integradas todas las antítesis mentales.
En palabras simbólicas, se trata del silencio del Profundo sumido en
la“tranquilidad del trueno”.
Aún así resulta
algo incierto lo que dice.
¿Puede explicar mejor la naturaleza del Zen?
“Un estudiante
Zen insistió a su maestro en que quería saber dónde estaba la entrada al camino
de la verdad. Ante tal demanda, el maestro le dijo”:
-“¿Oyes el
murmullo del arrollo?”.
-“Si, lo oigo”,
respondió el estudiante.
-“Pues allí
está la entrada”
Sigo sin saber por donde van exactamente los tiros…
Es frecuente
que cuando el estudiante reclama una explicación lógica de la enseñanza del
Zen, los adeptos tienden a responder precisamente algo que sume a los demás en
la mayor confusión. El querer explicar o analizar el contenido del Zen respecto
a la iluminación es un intento inútil. Se trata de la vivencia repentina de la
sabiduría para “cruzar a la otra orilla” y sentir con certeza que todas las
cosas carecen de naturaleza independiente puesto que solo existen en relación
con otras cosas. Una vivencia que sin duda sucede en el repentino despertar. Se
trata de experimentar que nada en el Universo puede existir por sí mismo, y
saber que luz y sombra, largo y corto, negro y blanco son términos relativos y
no independientes el uno del otro.
Busquemos otra
forma de comprender,
¿de donde proviene el Zen?
Tiene su origen
en China, pero el camino del Zen está fuertemente arraigado en el suelo natal
de la India. Hay una tendencia a referirse al Yoga y al Zen conjuntamente como
caminos de meditación oriental. Y en cierto modo, las similitudes entre ambos
son ciertamente incuestionables. La raíz de la palabra yoga significa “poner un
yugo”, unir. Y en realidad, el Zen y el Yoga en su entrenamiento central
mantienen al unísono las mismas tres bases: la postura sedente, la respiración
y la concentración. La experiencia Zen se caracteriza por un despertar que,
atravesando las capas de la mente consciente y racional, accede al Ser
transobjetivo, autentica experiencia de la Realidad.
¿A qué realidad se refiere?
A la Realidad
con mayúsculas, es decir a la que existe más allá de toda definición mental. A
la conciencia pura.
Ya volveremos a ello. Entonces, ¿el Zen nace en
China?
El Zen en
particular es un producto de la fusión del Budismo de la India con la cultura
taoísta china. El Zen llegó a China a los cuatrocientos años de la era
cristiana. En realidad, el Zen como práctica y como camino surge a partir del
matrimonio de las mentalidades china e india. En Europa se tiene conocimiento
de la práctica Zen en el siglo XX manifestando una formidable y silenciosa
expansión.
¿Por qué se lo busca? ¿qué proporciona el Zen?
El Zen es un
camino de liberación interior, es decir una liberación de la atadura a las
suposiciones y prejuicios que condicionan nuestra mente ordinaria. Desde el
Zen, se observa la vida directamente con la plena espontaneidad original o
calidad del sí mismo. ¿Cómo se puede vivir cada instante lo NUEVO si nuestra
“gafa de ver y sentir” está inconscientemente condicionada por memorias y
proyecciones? ¿cómo es posible vivir la sorpresa que cada momento trae si no se
han previamente liberado de las memorias los conceptos encadenados a cada
percepción? ¿cómo se puede experimentar el sí mismo con la frescura del “niño
supraconsciente” abierto al momento presente?
¿A qué se refiere con eso de “sí mismo?
Como he
aludido, el sí mismo es la identidad esencial u original que existe en una
dimensión más profunda y más allá de la definición de las personas y las cosas.
El sí mismo no es lo mismo que el ego individual o la persona con la que
habitualmente vivimos identificados creyendo que somos; la experiencia del Ser
es una experiencia profunda y total. En realidad, para que se produzca la
liberación, el ego o persona que tiene nombre y que nace y que muere, se ve
obligado a ceder espacio a una Conciencia de Totalidad que esté en comunión con
la realidad de todas las cosas existentes.
Se ha mencionado la cultura taoísta de la antigua
China, pero ¿Qué es el Tao?
Con el término
Tao se hace referencia a ESO, a la realidad inefable que todas las religiones y
caminos de liberación hacen referencia en el núcleo numinoso de su doctrina. En
este sentido, la diferencia cultural entre el Tao y la idea usual de Dios es
tan sólo de matiz, ya que mientras la idea de Dios produce el mundo por
creación, ya sea en 7 simbólicos días o por cualquier otro acto de supremo
poder, la concepción del Tao produce el mundo por no creación que significa
algo parecido a lo que llamamos “crecimiento”. En efecto, mientras que las
cosas “creadas” constan de partes separadas que han sido unidas como las piezas
de una máquina, es decir, de fuera a dentro, por el contrario, las cosas que se
han producido por crecimiento se dividen en capas de adentro hacia fuera.
¿Y qué resulta destacable en el Zen del Budismo
indio?
El Budismo
señala el Camino Medio entre los extremos del ángel y del demonio, es decir
entre lo ascético y lo sensualista, sosteniendo que el supremo “despertar” o
nivel búdico puede alcanzarse desde el estado humano. Una mística intuición de la
no dualidad.
¿El camino del
medio es la mitad de cada lado?
El camino medio
no es el de la mitad ni tiene dos lados. Algún maestro Zen lo ha referido como:
Vacío amplio y nada sagrado en él. Pureza absoluta, apertura sincera, franca
desnudez.
¿Qué es el “despertar” al que se hace tanta
referencia en el Zen?
Despertar
significa saber lo que en realidad no es. Es dejar de identificarnos a nosotros
mismos con cualquier “objeto” de conocimiento. El despertar casi necesariamente
acarrea una sensación de alivio porque pone fin al habitual calambre
psicológico de tratar de apresar la mente con la mente.
Para conocer la
mente deberá ir mas allá de la propia mente.
¿Existen referencias de tal Despertar en la cultura
occidental?
La famosa
“Caverna de Platón” es un referente de la condición humana que parece
desenvolverse en el seno de la ilusión tomando los reflejos de las sombras como
reales. Platón afirma que sólo saliendo de la caverna se despierta a lo Real
con su consiguiente liberación del sueño en el que vivimos inmersos. Y e
general toda la mística cristiana apunta al estado despertar como “Mi reino no
es de este mundo” o “La vida es sueño”…
Para lograr tal
despertar
¿Es necesario dejar el mundo, la familia, el sexo,
el dinero…?
El Despertar
tiende a no ocurrir mientras se está intentando escapar del mundo pensando que
en la negación del progreso o en la huída de las propias responsabilidades está
la libertad. Conviene no huir de la particular experiencia que uno sabe que
debe enfrentar y dejar que cada cosa ofrezca su aprendizaje tal como es,
superando las resistencias y hallando la paz en el remolino de cuanto nos
sucede.
“No os separéis del mundo tratando de ordenarlo a
vuestro alrededor”.
Desde la
perspectiva de un “camino de vuelta” se afirma un “fluir” en el que la libertad
con mayúsculas se puede lograr desde la atención expansiva de la consciencia,
un salto evolutivo que no tiene porqué resultar incompatible con lo que cada
cual ha elegido: Bien sea la familia y una compleja vida profesional, bien sea
el arte, la naturaleza y un cultivado retiro interior. En realidad, ya decía
Lao tsé hace tres mil años:
“Todos los radios de la rueda llevan al centro”
Así como todos
los caminos conducen a la profundidad del Ser, tan sólo hay un punto de encuentro
para entrar en dicho estado de amor y lucidez, y ése es el AHORA.
¿Son los Maestros Zen gente carismática y especial?
Los maestros
Zen son profundamente humanos. Se enferman y mueren, conocen alegrías y
tristezas, observan las propias trampas de su mente y otras pequeñas
debilidades del carácter como cualquier otra persona, y no están libres de
enamorarse y tener una relación plenamente humana con el sexo opuesto.
Parece que lo perfecto en el Zen es no querer ser
perfecto
La perfección
del Zen consiste en ser total y simplemente humana. El adepto al Zen se
diferencia del hombre y la mujer comunes en que estos últimos de una manera u
otra tienen dificultades con su propia humanidad e intentan ser ángeles o
demonios.
¿Qué enseña el maestro Zen?
La posición
básica del Zen es que no tiene nada que decir, nada que enseñar. El maestro no
“ayuda” al discípulo puesto que ayudar de la manara que habitualmente se
entiende, sería entorpecer. Por el contrario, en cierto momento del camino, el
maestro sale a poner obstáculos y barreras al camino del estudiante. El
discípulo Zen no sabe realmente Zen si no lo descubre por sí mismo.
“Si una imagen
vale más que mil palabras, un bocado vale más que mil imágenes”.
Supongo que los maestros Zen enseñan realmente algo
a sus discípulos
Los maestros,
muy a menudo, contestan de un modo que parece ser poco serio o decididamente
insolente. Toda explicación, a pesar de lo detallada o sutil que pueda ser,
mira sólo un pequeño lado de aquello que tiene dimensiones infinitas. En
realidad, se opta por pensar que muchas de las explicaciones esperadas sobre el
Zen lo que hacen es añadir otra idea a la que ya se tiene. Un adepto considera
que si un estudiante no puede igualar o sobrepasar a su maestro, los dos han
fracasado.
¿Cuando se llega al despertar?
Viajar es estar
vivo.
“El camino es mejor que la posada”.
Lo importante
de tal arte es practicarlo independientemente del resultado. Los placeres del
viaje no consisten tanto en llegar donde uno quiere cuanto en las inesperadas
sorpresas que ocurren durante el trayecto.
¿Es la meditación una forma de viaje al más allá de
la mente?
En un método
validado para ello. En realidad, para la mente lúcida no hay ni pasado ni
futuro sino sólo este único momento que los místicos occidentales han llamado
el eterno ahora.
¿Qué pasa con el pasado y el futuro?
El pasado y el
futuro son tan sólo ilusiones mentales pasajeras inherentes a un estado de
conciencia propio de la mente racional. Más tarde, unos y otros van
descubriendo que el “presente atemporal” es lo eternamente real. Con trabajo
interior se da uno cuenta de que la sucesión lineal del tiempo es una
convención de nuestro pensamiento verbal. Una convención que se mueve en una
sola vía de la conciencia y que interpreta el mundo aferrando pequeños trozos a
los que da el nombre de cosas y sucesos.
Sólo existe
este ahora.
No viene de
ninguna parte; no va a ninguna parte.
¿Qué significa el Zen para una mentalidad
cristiana?
El cristiano
practica Zen y con ello apuesta por un nuevo modo de abismarse en el estado de
Ser que le lleva a superar la limitación de su pensar objetivo. El hecho de que
los cristianos se hayan dirigido al Zen sin contradicción alguna con sus
propias creencias, sino como una ayuda en su camino espiritual es muy comprensible
si se contempla el interés creciente de los mismos por las diversas formas de
meditación oriental. El reconocido jesuita alemán Hugo Enomilla-Lasalle afirma
en múltiples escritos que la meditación Zen puede ayudar a los cristianos a
llegar a la experiencia de Dios. El cristianismo valora la trascendencia que
ciertamente puede observarse de forma central y directa en la meditación Zen.
¿En realidad dónde lleva la práctica del Zen?
El Zen ante
todo, nos presenta un camino que lleva al despertar de la propia naturaleza
esencial y, por lo tanto, a la profundidad del ser humano. Y aunque fue
iniciado en el ámbito de la religión budista, su práctica trascendió toda
doctrina o creencia religiosa por amplia que ésta fuese. Actualmente la
“cultura del samurai” está siendo aflorada en todo el mundo como un reconocido
valor de coraje, disciplina y ausencia del miedo a la muerte.
Preguntó un
estudiante-¿Cuál es la verdad más profunda de las enseñanzas sagradas?
El maestro Zen
respondió: -El vacío y no la santidad.
Un maestro Zen
dijo al respecto: “Si una persona parece tan santa como para llamarla de esa
manera, su desarrollo espiritual está incompleto. Si estuviese totalmente
desarrollada, no podrías decir nada de ella, estaría más allá de la descripción
o la clasificación”.
¿Qué es lo que busca el practicante de Zen?
El Zen apunta
al descondicionamiento de la mente que es una forma de nombrar la Iluminación.
La práctica Zen conduce normalmente al “Satori”, es decir, a un repentino
despertar que D.T. Suzuki consideró como la quintaesencia del Zen. Desde otra
perspectiva, el Zen en Occidente se ha incorporado al ámbito de la psicoterapia
ya que su práctica conlleva una progresiva liberación de patrones soterrados en
el ámbito de lo subconsciente. Desde esta perspectiva de armonización mental,
la práctica sistemática
del Zen
conlleva una ampliación de consciencia que disuelve esquemas reactivos y
conductas automatizadas de carácter neurótico.
La práctica del Zen entonces ¿es una forma de
terapia?
Cuando preguntaron
a Erick Fromm si el Zen podría ayudar al equilibrio emocional y mental
contestó: “Es el único camino hacia la salud mental”.
¿Cómo concibe el mundo un ser “liberado”?
El “liberado”
ve el mundo que nosotros vemos pero no lo mide y divide de la misma manera que
nosotros. Puede decirse que su percepción no considera la realidad como
dividida en sucesos y cosas separadas. Ve que, por ejemplo, la piel puede
considerarse tanto como lo que nos une al ambiente como lo que nos separa de
él. Ve además que la piel será algo que une, sólo si antes ha sido considerada
como la que separa o viceversa. Desde esta perspectiva, unir es tan ilusorio
como separar. ¿Cuesta tanto advertir que los objetos son también sucesos, y que
nuestro mundo es una sucesión de procesos más que de entidades?
¿Entonces el Zen dónde se sitúa?
Más allá de
toda intención o ámbito de lo que consideramos “mente” y su consiguiente
dualidad. La práctica del Zen libera al ser humano del conflicto que ocasionan
los juicios y las ataduras de bueno-malo, mejor-peor. Para el Zen, las cosas
suceden en un presente continuo desde el que todo es tal cual ES, sin
adjetivaciones o anticipaciones condicionadas por una memoria que roba la
sorprendente novedad de cada instante. Es una manera de vivirse en la
espontaneidad original del niño supraconsciente. ¿Recuerde aquella frase
evangélica de:
“Sed como niños para entrar en el reino de los
cielos?
Nos ha costado
mucho dejar de ser niños…
Si por eso no
se dice sed niños… sino como niños. No se trata de reducir la mente humana a
una regresiva vacuidad pueril, sino de poner en juego capacidades insospechadas
de inteligencia espontánea e innata.
“Es el arte de dejar en paz a la mente”
Tengamos en
cuenta que los opuestos: luz y tinieblas, bien y mal, placer y dolor, son los
elementos esenciales del juego pues aunque la Deidad se identifica con aspectos
como la Verdad, la Conciencia y la Gloria, por el contrario el lado oscuro de
la vida forma parte integrante del juego de la mente. Tengamos en cuenta que
todo drama tiene que tener su villano y, en la partida de la vida, todas las
cartas deben ser barajadas, es decir, puestas en una especie de caos a fin de
que el juego pueda desarrollarse con sentido.
“El agua que es
demasiado pura no tiene peces”.
¿Está usted dando fuerza al lado oscuro de la vida?
Se trata de
penetrar con la mirada en la universal ilusión de que lo bueno o agradable
puede ser arrancado de lo malo y doloroso. Convertir en ideal la persecución
del bien es como querer desembarazarse de la izquierda doblando constantemente
hacia la derecha.
El bien, el
mal, lo agradable y lo doloroso son tan inseparables, tan idénticos en su
diferencia –como las caras de una moneda-. En el camino hacia la propia
profundidad, la Bondad y la Alegría sin opuesto brotarán tal cual.
¿Dónde queda la propia elección del camino a tomar?
En un momento
del Camino se considera que el hecho de elegir es una ilusión porque no hay
elección. No sudamos porque hace calor, sudar es calor. Es tan cierto decir que
el sol es debido a los ojos como decir que los ojos ven debido al sol. Somos
libres de decidir porque la decisión “ocurre”, sentimos que decidimos y eso
“sucede”.
¿Usted tiene alguna vez sensación de que elige?
Tengo la
sensación de que estoy decidiendo todo cuanto ocurre o por el contrario siento
que todo, inclusive mis decisiones ocurren espontáneamente. Pues el más libre
de mis actos ocurre como el hipo dentro de mí, o como el canto de un pájaro a
mi lado. En un tramo avanzado del Camino se trata más bien de no dar tanta
importancia al lugar a donde uno va en comparación con el lugar en donde uno
está, es decir se trata de que pierda sentido ir allá.
¿Y qué pasa con nuestros ideales?
La vida del Zen
comienza con la desilusión respecto a la persecución de ideales. Consideremos
que los ideales se conforman en la propia mente desde la carencia de una
concreta idea, posteriormente “idealizada”. Por ejemplo, cuando una persona
anhela el ideal de la justicia por ejemplo, es que generalmente se ha carecido
de la misma.
Si el hombre
busca al Buda, ese hombre pierde al Buda.
Tal
inconfundible tono de sinceridad es el que caracteriza la acción que no ha sido
estudiada y planeada.
¿No debemos buscar a Dios?
Respecto a la
naturaleza de Dios alguien dijo
“Se parece mucho
a cabalgar un buey en busca del buey”
¿Cómo vamos a
buscar algo que ya somos??
¿Qué pasa entonces con nuestra manera habitual de
pensar?
El Zen ha
llegado a la convicción definitiva de que nuestra manera habitual de pensar es
incapaz de satisfacer realmente nuestras necesidades espirituales más
profundas. Debido a ello utiliza determinadas prácticas como la del Za Zen, el
koan y otras más para ir trascendiendo la lógica y sus límites mentales.
¿El Koan?
¿Qué ruido hace
una mano al aplaudir?
“Cuando paso
sobre el puente no es el agua la que corre, sino el puente.”
“Cuando bebe
Tomás, agarra Diego una borrachera”
“Ayer por la
tarde relinchaba una caballo de madera y un hombre de piedra daba cabriolas”.
El Zen quiere
que nosotros consigamos un punto de vista totalmente nuevo que nos permita
profundizar en el misterio de la vida y en los secretos de la naturaleza.
Mientras consideremos a la lógica como algo definitivo, no disfrutamos de la
libertad del espíritu y los hechos Reales de la vida seguirán pasando
inadvertidos.
“Los árboles de
hierro se hallan en plena floración”.
¿No resulta un poco ambiguo e incomprensible?
Ocurre que
estamos acostumbrados a términos absolutos, a principios y leyes firmes a las
que aferrarnos para sentir una efímera seguridad psicológica y espiritual. A
ello se debe que actualmente haya tanto interés en indagar en una forma de vida
ZEN que se siente muy cómoda en el “Vacío” y que no sólo no se atemoriza ante
él, sino que más bien siente un placer positivo. Vacuidad es un término que se
usa para expresar aquello que no tiene cualidad y no tiene edad. Es
completamente vacío y plenamente potente.
“Arriba ni una teja para cubrir la cabeza”
abajo, ni un centímetro donde asentar el pie.”
El vacío
comúnmente parece ser una carencia y en este sentido para cualquier persona
normal no resulta apetecible.
El vacío no es
una carencia sino el estado de conciencia anterior a la definición de todo
objeto y realidad. ¿Qué puede ser ese vacío sino el sustrato de donde emergen
todos los fenómenos y a donde todos retornan inevitablemente? La disciplina
práctica que caracteriza el camino de liberación consiste en el progresivo
desprendimiento o vaciamiento del ser esencial de toda identificación.
Me abruma y tampoco creo que entiendo demasiado.
¿Qué enseña el Zen?
El Zen no
enseña nada. Las doctrinas que se enseñan en el Zen provienen del propio
interior de cada uno. El Zen no tiene Dios alguno que adorar, no tiene ningún
rito ceremonial, ningún futuro en el más allá, y no admite alma alguna cuya
salvación debiera ser pensada por cualquier otro. El Zen es una nube suspendida
en el cielo, no la sujeta ningún tornillo, ningún cordel la aprisiona. Se mueve
como le place.
El Zen siente
que el fuego está caliente y el hielo frío.
El camino para
elevarse a Dios es aquel que consiste en descender en ti mismo. La idea
fundamental del Zen es la entrada en contacto con las fuerzas más profundas de
uno mismo. Toda autoridad del Zen procede del interior.
Parece deducirse que el Zen busca la liberación
individual, pero qué pasa con las demás personas que nos rodean, ¿acaso no
parece algo narcisista y egocéntrico?
En lo más
íntimo del Zen hay una gran compasión nada sentimental por los seres humanos
que sufren debido a los intentos mismos que hacen por liberarse. En este
sentido, el amor y la iluminación no son diferentes, o bien la compasión y la
lucidez no están separadas. Todos los sistemas de liberación, al señalar la
experiencia del satori son coincidentes al señalar que integran los dos caminos
o conceptos atribuidos a la mente y al corazón, es decir a la lucidez y al
amor. De hecho la figura del Bodhisattva
representa a un
adepto que ha renunciado al nirvana retornando a un mundo desde el que ayudar
por compasión a todos los seres que en él se hallan y todavía no han
“despertado”. Este adepto que encarna el amor y la compasión se encuentra en un
nivel espiritual más alto que quien se ha ya retirado de la rueda del mundo y
sus vaivenes.
Cuando le
preguntaron a un maestro Zen dónde iría la morirse, replicó:
“Al infierno,
porque allí es donde se necesita más ayuda”.
¿Qué es el Nirvana? A mi me suena como un estado
ajeno
El concepto
“nirvana” es un estado supraconsciente que se relaciona con la cesación de las
vueltas de la mente. Estas vueltas son los pensamientos con los que la mente
trata de captar el mundo y de captarse a sí misma. Zen es la práctica que tiene
como finalidad descubrir el estado natural de una mente libre de confusión.
Nirvana no es la desaparición ni el paso a un estado de pasiva “colgadera”,
sino simplemente un estado de plenitud que no puede definirse y que por tanto
es inconmensurable e infinito. En dicho estado, no existe separación entre la
mente y las experiencias: hay simplemente un proceso en el que no hay nada que
captar como objeto, ni nadie, como sujeto para captarlo.
Como una espada
que corta, pero que no puede cortarse a sí misma.
Como un ojo que
ve pero que no puede verse a sí mismo.
Suena a unidad.
Observe como el
agua se adapta a todas las circunstancias. El agua cede pero lo conquista todo.
Las nubes y el agua pueden recordar al ser humano perfeccionado cuya vida está
caracterizada por la libertad y la flexibilidad para adaptarse a las
circunstancias variables. De esta manera vive sin tensión ni ansiedad.
¿Entonces el Zen qué fomenta en cuanto a
orientación de actitud?
La práctica del
Zen fomenta de manera sutil la moral y la acción noble y responsable al sofocar
las llamas de la avaricia, la cólera y los pensamientos ilusorios que suelen
abrasar a la mente humana. Conforme el proceso avanza, se libera la compasión y
el amor que existe dentro de cada ser esencial.
¿Qué significa el término profundidad en el
contexto de la conciencia?
La experiencia
profunda no está accesible para el observador superficial. Las ilusiones y
apegos de los primeros tiempos de la condición humana forman parte de un pensar
egocéntrico y conceptual que oscurecen la profundidad. De la misma forma que en
las aguas agitadas no se vislumbran los fondos, por el contrario en las aguas calmas
y sosegadas todo es transparencia.
En este sentido, ¿hacia dónde apunta el Zen?
Parece que el
Zen quiere tomar partido a favor de la acción frente a la reflexión y se llama
a sí mismo “sin mente” o “sin pensamiento”. Da respuestas instantáneas e impremeditadas.
En otras palabras, si vamos a reflexionar, reflexionemos simplemente sin
reflexionar sobre la reflexión.
Pregunta el discípulo: -¿Qué es el Zen?
Responde el maestro: -Sigue caminando
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